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[EDITORIAL] Déjame que hoy te lo diga

  • 21/11/2019

REVISTA ABOGADOS DE FAMILIA, EDITADA EN EXCLUSIVA POR AEAFA PARA SUS SOCIOS

Por José Gabriel Ortolá Dinnbier. Tesorero de la AEAFA

(Si eres socio, puedes acceder al contenido completo del número 100 de la revista)


Tienes ante tus ojos, y en tus manos si es que la has impreso, el número cien de nuestra revista. ¿He dicho cien? Sí, he dicho cien.

Como ves, y has venido comprobando desde hace ya tiempo, la revista está, en su madurez, cada día más lozana y frondosa. Y hete aquí que, en este número tan especial, me regalan esta tribuna, enterita, desde la que poder dirigirme a ti. Tal ofrecimiento, considerando la gravedad del acontecimiento, he de confesártelo, me sume en la duda de cómo aprovecharlo y qué decirte.

En ello estoy, valorando cómo utilizar la oportunidad, cuando caigo en la cuenta de que lo mejor, cuando se está vacilante, es escuchar al corazón. No falla.


NO TE RESERVAS. TE VACÍAS CON CADA CLIENTE, EN CADA ASUNTO, SIN ESCATIMAR ESFUERZO. DAS DEMASIADO, INCLUSO TU EMOCIÓN, SENTIMIENTOS Y ÁNIMO, DESGASTÁNDOTE EN ELLO 


Puesto a ello, oído atento, me dice que te trasmita… ¿Cómo? sí, ¡agradecimiento! Piénsalo –me dice. Y lo hago, cayendo en la cuenta de que es justo, muy justo, que en un día como este, día de celebración, agradezca tu vocación y dedicación al Derecho de Familia. Dedicarte a este ámbito del ejercicio profesional dice muchas cosas de ti. Me habla, así de entrada, de tu sensibilidad. ¡No puedes no serlo y trabajar en esto! Eres sensible, ¡y lo sabes!

Y eres también una persona comprometida. Sí, y ello se denota con tu simple y sencilla participación en nuestra Asociación Española de Abogados de Familia (AEAFA). Pertenecer a ella te define. Tal pertenencia, en lo más básico, ya supone un esfuerzo, y tal esfuerzo merece ser reconocido.

Sin embargo, el agradecimiento no puede ceñirse a esa mera pertenencia. Tu participación en la AEAFA me permite descubrir más cosas que agradecerte.


ESTUDIAS ALGO Y CONSTATAS QUE NO ES SUFICIENTE, QUE SIEMPRE QUEDA ALGO POR DESCUBRIR, UNA DOCTRINA, UNA SENTENCIA QUE TE PERMITA CONTRIBUIR A QUE SE HAGA EFECTIVA JUSTICIA.


Así, me permite reconocer en ti una valiosa cualidad profesional: la inquietud. Puedo ver que tu trabajo te inquieta sobremanera. Has caído en la cuenta, seguramente hace ya muchos años, que ejercer la abogacía de Familia resulta muy complicado, lleno de entresijos técnicos, lleno de matices, lleno de grises… Y todo ello, constatando las dificultades que tal complejidad genera en la cotidianeidad de tu trabajo, ha procurado en ti el deseo e inquietud de saber. Saber más. Siempre más. Estudias algo y constatas que siempre queda algo por descubrir, una doctrina, una sentencia que te permita contribuir a que se haga efectiva justicia.

Y tal inquietud, ya te lo digo, revela otra cualidad que mantienes: la responsabilidad. Eres consciente, muy consciente, cada mañana, cuando inicias tu jornada, de que participas valiosísimamente en un sistema que procura decisiones fundamentales. Eres consciente del modo en que tu actuación diaria puede afectar profundamente a la vida de tus clientes. Profundamente. En su esencia. En su mismo ser. Eres plenamente consciente de que tus decisiones, tus valoraciones, tus consejos y tu completa actuación puede tener un efecto determinante en otras vidas. Vidas que no te son ajenas, aunque te resistas pretendiendo que lo sean.

Y esa responsabilidad tuya me permite ver en ti otro adorno precioso: tu generosidad. Seguramente no eres consciente de ello, pero rebosas generosidad. Ya te lo digo yo. Y eso se percibe simplemente porque, sin que siquiera caigas en la cuenta, sueles dar más de lo que recibes y, desde luego, siempre das todo lo que tienes. No te reservas. Te vacías con cada cliente, en cada asunto, sin escatimar esfuerzo. Das demasiado, incluso tu emoción, sentimientos y ánimo, desgastándote en ello. La constante preocupación por aquellos que han depositado en ti su confianza te hace darles tu tiempo, tu sueño, tus fuerzas… Pierdes tu vida con la esperanza de que, con ello, otros la reciban. ¡Impresionante! 

Y esa generosidad tuya -déjame también que hoy, en este día, acaricie tu alma posiblemente maltrecha por el duro camino profesional- expresa algo más profundo, una vocación íntima de tu corazón: la de hacer el bien a otros. Esa generosidad, hablemos claro, demuestra que amas. 

Y por eso, por todo eso, es por lo que hoy debo aprovechar estas líneas para darte las gracias. Unas gracias a las que solamente pongo voz y que, en realidad, vienen de todas aquellas personas que te entregan cada día lo más preciado que tienen, su vida entera, en la completa confianza de que tú, con tu inquietud, responsabilidad, generosidad y amor, vas a donarte completamente a ellas con intención de devolverles una vida más feliz. ¡GRACIAS DE CORAZÓN!